Frutas en trozos, conservadas en azúcar mediante baños sucesivos de almíbares cada vez más concentrados. Poco a poco, el almíbar va sustituyendo al agua que las frutas llevan de forma natural. Se calientan a temperaturas precisas para evitar que cristalicen o se caramelicen. En el proceso se tienen que impregnar de forma progresiva para “nutrir” la pulpa hasta el fondo sin que se rompa o se endurezca. En teoría se pueden confitar todas las frutas, pero en la práctica, ciertas variedades no se prestan a este modo de conservación por tener un elevado índice de agua.
Las frutas confitadas suelen emplearse en la elaboración de ciertos bollos, y forman parte de la repostería de varios países típica de la Navidad, por ejemplo, en Chile se usa principalmente para la elaboración del «pan de pascua».